Pasan los años y el estadio Universitario sigue siendo una complicada aduana para La Fiera. 

De inicio, vimos a un León irreconocible, nervioso, errático, con poca intensidad y sin salida. Por su parte, Tigres en lo suyo: presionó la salida del rival y aprovechó las pifias leonesas en la parte baja, provocadas gracias a la movilidad de Gignac, Gorriarán y Vigón.

Y en buena medida, el León pasó apuros y no existió al ataque en la primera mitad porque su medio campo no funcionó. La dupla Romero-Rodríguez no terminó por entenderse y eso se notó en el pobre accionar de los Verdes.

Larcamón realizó ajustes en la segunda mitad, y los ingresos de Viñas, Rodríguez y Ambríz intentaron cambiar el rostro de León. Pero, y a pesar de los balones al poste, de un penal no marcado, de las intervenciones de Nahuel y del gol anulado, no le alcanzó a la escuadra Esmeralda. 

No fue la noche de Ángel Mena ni tampoco de Elías Hernández; Víctor Dávila se notó aislado, y terminó ahogado en esfuerzos individuales. En la parte positiva, se debe destacar la buena disposición de Omar Fernández y la peligrosidad mostrada por Federico Viñas.

En la misma semana, el León fue un equipo de contrastes, brindando un gran primer tiempo ante Pachuca, y un primer tiempo para el olvido en el Volcán. La escuadra verdiblanca aún tiene mucho por ajustar.

Con 25 años de carrera, ha vivido con el futbol desde la cuna, ya fuera con el Unión de Curtidores o con el Club León. Sabe encontrar el punto fino en cada juego y en cada movimiento de una Fiera a...