El mejor regaño que recibí de don Antonio Carbajal fue la vez que llegué por él un minuto tarde.
Yo lo llevaba a mini deportivas para que platicara con papás, mamás y niños con el propósito de prevenirlos y alejarlos de las drogas.
Aquella mañana, por un minuto de retraso me dio una cátedra para toda una vida. “Las 8:30 no son las 8:31”, me dijo, seguido de una sustancial charla sobre la importancia de ser puntual.
Ahí me di cuenta de las razones por las cuales don Toño logró títulos como jugador, copas como técnico y jugó en cinco Mundiales.

Fue el mismo con todos, grandes, chicos, profesionales y amateurs, siempre trató de sacarles lo mejor como personas y deportistas.
Varias veces le llevé a jóvenes estudiantes que habían reprobado la materia de Educación Física para que sintieran el rigor de un entrenamiento bajo sus gritos. Los combinábamos con los chavos de La Búsqueda con el objetivo de que revaloraran las virtudes de la constancia y el esfuerzo.
Si no hay esfuerzo, no se puede conocer el sentido de ser un triunfador. Así era él, activo y ganador. Por ello el perfil de sus equipos, aguerridos, difíciles de superar y ávidos de ganar.
Don Antonio fue ese ‘Cinco Copas’ que defendió a un equipo León monarca del futbol mexicano y que le imprimió mucho del carácter de una Selección Mexicana combativa.

Don Antonio fue ‘La Tota’, uno de los entrenadores con más partidos dirigidos en el balompié mexicano, que sufría y gozaba durante 90 minutos y se apasionaba cual auténtico aficionado de hueso colorado.
Pudiéramos repasar todas las vivencias que escribió dentro de una cancha, pero considero que lo mejor de ‘La Tota’ la vimos fuera del futbol profesional.
Porque Carbajal fue Don Toño, esa persona abierta, fiel a sus convicciones y que hasta el último momento defendió los valores de la vida dando una nueva vida a muchos jóvenes que ya la habían perdido. En pocas palabras, y en mayúsculas, UN GRAN SER HUMANO que recordaremos por la eternidad con esa amplia carcajada.
A nombre de mi padre, José Luis ‘Gato’ Lugo, quien siempre se distinguió como su pupilo y su fiel escudero, un tremendo GRACIAS para La Tota hasta la cancha celestial donde ahora grita ese majestuoso e inolvidable ¡CARAJO!
